Reportajes
Explorando el alma vasca de Bilbao
Bilbao es una de esas ciudades que han sabido reinventarse sin perder su esencia.
Hace unas décadas, el aire olía a hierro y a mar, con astilleros y fábricas que marcaban el ritmo, pero la crisis de los 70 golpeó fuerte y obligó a dar un giro. Y vaya que lo dieron porque hoy la ciudad vive del arte, la cultura y una gastronomía que enamora.
En 2024, más de 426.000 personas se alojaron en hoteles del País Vasco, de los cuales 125.543 se quedaron en Bilbao, con una ocupación que rozó el 88 % en la capital. No está mal para una ciudad que antes no aparecía en los mapas turísticos.
Lo mejor es que esta es una ciudad que se disfruta caminando. Por esta razón, muchos viajeros se apuntan a un tour gratis por Bilbao para descubrir sus rincones y su historia.
Si de explorar el alma vasca se trata, no hay mejor manera que seguir un recorrido por sus barrios, museos, plazas y sabores que la definen.
Visita el Casco Viejo: siglos de historia
El Casco Viejo, o Zazpi Kaleak (Siete Calles), es el lugar donde nació Bilbao. Pasear por este laberinto medieval del siglo XIV es como abrir un libro antiguo y oler el papel.
Entre sus calles hay joyas como la Catedral de Santiago, que es el templo más viejo de la ciudad. Tiene un claustro gótico perfecto para perderse un rato, una fachada neogótica imponente y una portada renacentista que se añadió en 1571, después de que un incendio arrasara parte del edificio.
Muy cerca, la Plaza Nueva luce su estilo neoclásico desde 1851. Bajo sus soportales, los domingos hay mercado de libros, sellos y antigüedades y, casi todos los días, bares llenos de vida.
El efecto Guggenheim y la modernidad
En 1997 Bilbao dio un salto que cambió su historia. La inauguración del Museo Guggenheim, diseñado por Frank Gehry, fue más que la apertura de un museo: fue el inicio de una nueva era.
Con sus 24.000 m² y su piel de titanio que brilla con la luz, parece más una escultura gigante que un edificio, perfectamente encajada junto a la ría del Nervión.
¿Qué más verás junto al Guggenheim?
Pasarela Zubizuri: obra de Santiago Calatrava, con su arco blanco y una pasarela de cristal curvada que cruza la ría.
Funicular de Artxanda: en funcionamiento desde 1915, asciende 226 metros en tres minutos y ofrece panorámicas espectaculares de la ciudad.
“Puppy”: un enorme perro floral creado por Jeff Koons que se ha convertido en uno de los símbolos más fotografiados de Bilbao.
“Maman”: la impresionante araña de Louise Bourgeois, tan inquietante como fascinante, que custodia la entrada del museo.
No te pierdas los museos y centros culturales
Además del Guggenheim, Bilbao cuenta con una sólida oferta museística. El Museo de Bellas Artes alberga más de 19.000 piezas, desde el románico hasta las vanguardias, con nombres como El Greco, Goya, Gauguin, Cassatt o Francis Bacon y un importante fondo de arte vasco.
Muy cerca de allí, el Euskal Museoa recorre la vida de marineros y pastores con objetos, maquetas y fotografías antiguas; en su claustro guarda el enigmático ídolo de Mikeldi.
Pero el Itsasmuseum es muy distinto. Se encuentra instalado en los antiguos astilleros.
Aquí, el pasado marítimo cobra vida con proyecciones, maquetas y una barcaza de 1511 a tamaño real. En el exterior, la grúa roja Carola domina el puerto, mientras que la instalación Skin of Light narra la transformación urbana de las últimas décadas.
No lejos de allí, el Azkuna Zentroa, antigua alhóndiga de vinos rediseñada por Philippe Starck, combina arte, cine, gastronomía y una piscina en la azotea; su planta baja sorprende con 43 columnas únicas que simbolizan culturas de todo el mundo.
Sabores y vida local
Bilbao también se conoce por el paladar. El Mercado de la Ribera es uno de los mercados cubiertos más grandes de Europa.
Su arquitectura art déco y los puestos rebosantes de pescado y marisco fresco lo convierten en una visita obligada. En el Casco Viejo, los pintxos, que son pequeños bocados de alta cocina sobre pan, pasaron de ser un simple tentempié a convertirse en un escaparate de creatividad culinaria.
Practicar el poteo con los txikiteros, cuadrillas de amigos que van de bar en bar brindando con vino o cerveza, es la mejor forma de integrarse en la vida bilbaína.
Cuando apetece algo más formal, muchos restaurantes fusionan la cocina vasca con técnicas contemporáneas. Bacalao al pil-pil, kokotxas, merluza a la koskera o pastel vasco acompañados de chacolí de Vizcaya son clásicos que nunca fallan.
Conclusión
Explorar Bilbao es dejarse llevar por un increíble viaje entre el pasado y el presente. El Casco Viejo y sus tabernas se mezclan con museos de nivel mundial, mientras antiguas grúas y alhóndigas transformadas recuerdan un pasado industrial que hoy es parte del patrimonio.
El Guggenheim y sus cifras de visitantes hablan de su atractivo, pero lo que te llevas para siempre es otra cosa: la calidez de su gente. Además, te quedas con esa sensación de ser parte de un legado vivo que refleja el alma vasca, aunque sólo viajes unos cuantos días.